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miércoles, 29 de septiembre de 2010

Cap.10

-¿Sabias cantar y tocar la guitarra y estas de actriz?-Daniel se levanta del sofá y me agarra las muñecas para no poder escapar- ¿Por qué no lo has dicho antes?

-Lo vi irrelevante. Mis compañeros siempre decían que mi música era falsa, que era copia de mi madre. Así que desde siempre la he visto así. Yo no se cantar, se actuar como mi madre.

-Eres estúpida. Lo que hayan dicho Pikamon y compañía no importa, lo que importa es que eres genial.

-¿No decías que éramos rivales?-Sonrío con picaresca, se que lo acabaré convenciendo para que diga lo contrario aunque lo haya dicho en broma- Te estoy haciendo una pregunta.

Mira al suelo sin saber que decir, evita que sus ojos coincidan con los míos o con los de los niños. Su mirada es rara, como sin saber que decir pero a la vez querer decirlo todo. No sabía que hacer, debía irme rápido y dejarlo o intentar averiguar que le pasa.

Carlos y Carlota se levantan y se acercan a nosotros, despacio, mirando a Daniel sin dejar pasar detalle.

De repente me empuja contra la pared y me da un beso pequeño en los labios.

Abro mucho los ojos y veo a Carlota mirar a Carlos con la boca abierta.

-Lo siento, lo siento muchísimo.

-Todo encaja-Digo casi en un susurro.

Se aparta y me mira contrariado. No sabe lo que quiero decir con ello.

-Será mejor desayunar. Vuestros abuelos llegan en dos horas y hay que tenerlo todo listo.

Me pongo a hacer tortitas. Me encantaba cuando mi madre las hacía mientras veía la reposición de "Padres Forzosos", era divertido porque decía que era como vivir en América, algo emocionante. Ella estaba cansada del pueblo.

Les doy el desayuno y preparo la ropa para los tres niños. Coloco dos modelos para cada uno. Por un lado los que les han regalado sus abuelo, un vestido de colores chillones para Carlota y un jersey con la cabeza de un gato de color verde y un pantalón blanco para Carlos y por otro lado los que me ha enviado mi abuelita, un vestido rojo con una estrellita blanca en el bajo para Carlota y un bonito jersey rojo y unos vaqueros para Carlos.

-Prefiero el segundo grupo- Dice Daniel entrando en el cuarto de los niños.

-¿No tienes casa? Al parecer son personas muy importantes. Como te vean por aquí y piensen que dos adolescentes de distinto sexo viven bajo el mismo techo que sus nietos me echan a patadas.

-¿No puedo decir qué estoy de visita? He traído ropa bonita.

-Pero te vas rápido, eh.

-Sí, sí. Lo que diga la jefa.

Ya he preparado galletas de miel ( unas galletas que me enseñó mi abuela a cocinar cuando era muy pequeña) y una tarta de manzana. La casa era lo que mi madre siempre había soñado. Un hogar americano como el de las películas.

-Buenos días. Where are my children?

Los señores Meridian aparecen por la puerta. A pesar de su edad parecen muy elegantes y sofisticados, él lleva traje de chaqueta y pantalón beige y ella un vestido hasta los tobillos de color negro. Me avergüenzo de haber vestido a los niños tan humildemente, pero claro, es que yo es cómo me visto.

Los pequeños se aferran a mi pierna y Carlos parece temerles, nunca le había visto tan asustado por nada a pesar de los meses que llevamos viviendo juntos.

-¿Qué pasa a estos niños? Seguramente esta Nana no sabe ni español, y mucho menos inglés.

-¿Disculpe?- Sonrío para intentar ocultar las ganas de darle una patada.

-Por supuesto que sabemos hablar inglés, abuelo. Es solo que estamos en España y en España se habla español.-Carlota le mira desafiante.

El señor Meridian coge fuertemente a Carlota por la muñeca y la estampa en el sofá.

-¡No se atreva a darle un bofetón!- Caigo al suelo de lo que me tiemblan las piernas, le digo a Carlos mientras caigo que suba a por Daniel.

-¿Por qué no? Así es cómo se debe educar a los futuros presidentes de nuestras empresas. No queremos que se conviertan en gente cómo….

-¿Cómo yo?

La señora Meridian se adelanta y me mira aún más desafiante que su nieta.

-Pues sí, eres el caso exacto. Vaya Nana, mi hijo cada vez está peor, dejar a mis nietos con una Nana que seguramente no tenga graduado escolar.

-Discúlpeme. Soy alumna de cuarto de la E.S.O.

Daniel baja corriendo las escaleras, lleva la chaqueta de un traje negro y el pantalón vaquero de ayer.

-Señores Meridian, no están orgullosos de tener a una alumna del colegio Aguamarina de clase A y que ha entrado con una beca. Es la primera vez que sucede. Debe tener una inteligencia suprema ¿No creen?

La puerta se abre y una pareja entra en la casa.

Está compuesta por un señor de unos treinta años rubio, de ojos azules y muy, muy alto y por una chica de pelo castaño-rojizo, muy delgada sin llegar a un extremo, de piel clara y tiene los ojos de un color miel. Miran con asombro a los abuelos de los niños que se sacuden la ropa y nos abrazan a todos.

-¿Qué hacéis aquí asustando a la joven?-La mujer pone los brazos en jarras y gira la cabeza para sonreír a su marido.

-Jooo, mamá, papá, podíais habernos seguido la broma. Con lo que nos costó convencer a los abuelos.-Carlota se reía y Carlos volvió a ser él.

Daniel y yo nos miramos asustados, aún sentía las palabras de la abuela de los niños en mi oreja.

-Buenos días Daniel, has crecido mucho- El padre de los gemelos le sacudía el pelo mientras dejaba una maleta en el sofá- Y tu has de ser nuestro nuevo descubrimiento. Encantado, soy Pablo.

-Encantada, Érika ¿Verdad? Soy Paulina. Espero que los chicos no te hayan dado demasiados problemas.

Daniel parece más tranquilo pero a mí aún me tiemblan las piernas, me asusta cuando de repente me coge de la cintura y me sienta en el sofá mientras me echa una mirada cómplice.

-Bueno, será mejor que me presente formalmente. Bueno, supongo. Me llamo Érika Lua. Voy a cuarto de secundaria en el colegio Aguamarina, clase A…

-Tranquila mujer, no hace falta que nos des hasta tu número de móvil. Porque ya lo sabemos, no por otra cosa.- Pablo se sentó y puso a Carlota en su regazo- Los chicos nos han mandado varios e-mails y fotografías, parecen muy contentos contigo en casa. Siempre estaban mustios y tristes en nuestra ausencia, pero no podíamos quedarnos aquí, que ya nos gustaría, pero no puede ser.

Los chicos están abrazados a sus padres, aunque intentan disimularlo, están entusiasmados con la familia en casa.

-Creo que será mejor dejaros aquí, nosotros nos iremos y yo volveré a la noche- Me levanto y hago una pequeña reverencia que hacía en el colegio para despedirme del director- Tenéis la comida sobre la mesa. Espero que sea de su agrado.

-No te vayas- Carlos me sujeta por la chaquetita de lana- Tu eres de nuestra familia.

Sonrió y miro a Daniel divertida, está enfadado porque se han olvidado de él.

-¿Y yo?

-Tú te puedes ir, no eres de los nuestros- Carlota me imita cuando le echo de casa pasadas las once-¡Que te marches te digo!

Todos nos sentamos en la enorme mesa del comedor, debe ser la primera vez que como en esa mesa, y nosotros cuatro no dejamos de contar anécdotas de todo tipo. Parece que vivimos en una burbuja.

-Me he fijado en una cosa-Dice el Señor Meridian- No tenéis las luces puestas.

-¿En serio? No me había dado cuenta- Miro una caja de la que salen bombillas de colores colgadas por un alambre-Será mejor que vayamos a colocarlas.

Cojo la caja y la mano de Daniel y salgo al porche de la casa. Todo es de un bonito color blanco iluminado por las pequeñas farolas que adornan la estancia.

-¿Por qué he tenido que salir con este frío?- Daniel sopla a sus manos mientras escarba la nieve con su pie.

-Porque me dan miedo las alturas y no puedo subir al tejado.

-¿En serio? ¿Estás segura?- Daniel ladea la cabeza para mirarme al ojo que se escapa de mi gorro de lana negro.

-Sí.

Miento. No me dan nada de miedo las alturas, pero sé que ese tejado resbala que no veas y prefiero que vaya él con playeras a ir yo con mis bonísimos tacones.

Daniel coge un extremo del cable y sube por la escalera al tejado.

-¿Qué tal hay arriba?- Digo con rin tintín- ¿Frío?

-Bueno… bastante, pero creo que se está mejor que allí abajo.

Cuelga por el canalón la primera fila de bolitas de colores y resbala cuando está yendo hacía atrás. Yo chillo y me tapo los ojos.

-¿Estás bien?

-Sí, pero ayúdame.

Quito las manos de los ojos y le veo colgado por el pie. El pie está enroscado en el cable y le impide moverse. No puedo evitar reírme ante tal estampa navideña.

-¿Es Daniel es qué está colgado en la ventana de mi habitación?- Carlota corre hacía mi y comienza a reírse conmigo- No se te pude dejar solo ¿Eh?

Carlos sale al jardín para verlo con sus propios ojos y comienza a reírse con nosotras. A ninguno nos apetece bajarlo de allí aún sabiendo que lo está pasando mal.

Finalmente accedemos a sacarle de allí, pero antes le tomemos un par de fotografías para tenerlas de recuerdo.

-Vaya nochecita- Daniel se tambalea al tocar el suelo y se sienta en la nieve.

-Pues yo lo he pasado bien, a sido divertido.

Llevo a los chicos dentro para que no se resfríen y vuelvo a salir al jardín.

-¿Cómo sueles celebrar tú la navidad?- Me siento en frente de él, juego con una ramita mientras él piensa.

-Suelo pasarlas solo, en casa. Mis padres suelen salir, sobre todo desde que tenemos dinero. Antes siempre nos sentábamos en la mesa de la cocina y poníamos el especial de navidad que encontrásemos primero. Era divertido, mi padre y yo jugábamos a la play mientras mi madre recogía. Ahora me dicen feliz navidad y se van con gente desconocida que les han invitado a un banquete o una fiesta. He ido a alguna, pero lo único que se hace es estar con sus hijos que están igual de aburridos que tú porque los policías no te dejan jugar a nada ¿Y tú que solías hacer en navidad?

-Mis padres preparaban una gran celebración. Mi padre cocinaba y mi hermano y yo impedíamos que mi madre entrase porque tocaba algo y ya se quemaba o algo por el estilo. La casa estaba llena de nuestras decoraciones caseras que hacíamos el día anterior y comíamos el delicioso pavo de mi padre y las galletas quemadas de mi madre, porque era lo único que sabía bien en su cocina. Nos gustaba verla tan feliz cuando hacía esas galletas, pero mi padre y nosotros mientras ella recogía las cambiábamos por una iguales pero con buen sabor. Mi madre siempre lo sabía pero nunca decía nada. Después salíamos afuera y construíamos un gran muñeco de nieve cada uno. El que más aguantase ganaba. Desde que murieron mi hermano y yo llevamos esos platos a sus tumbas y cenamos allí.

-No te entristece el pensar que ya no están aquí- Daniel se sienta a mi lado y me mira a los ojos.

-No, supongo que ellos querrían que me lo pasase bien.

Daniel asiente con la cabeza y se sujeta las rodillas

martes, 14 de septiembre de 2010

Cap.9

Hoy es 24 de Diciembre. Sí, la víspera de Navidad. Hemos quedado todos para intercambiar los regalos del amigo invisible y comprar los regalos de los pequeños porque ayer me enteré que eran ingleses. Por lo cual celebraban la noche de Papá Noel.

-¿Qué tal parejita?-Moni acaba de llegar a la puerta del centro comercial en el que habíamos quedado.

-Cállate, nunca lo dejas estas-Javier estaba colorado, Momo ya estaba acostumbrada y hacía tiempo que dejó de escuchar a los demás.

Nosotros saludamos educadamente para evitar destacar aunque lo veo difícil.

Todos me miran, bueno nos miran. Parecemos modelos, que guay, pero modelos de revista. Las chicas llevamos mini-vestidos con leotardos de colores y botas. El mismo vestidito que nos pusimos para un festival escolar (Es que nos quedaba muy mono, y como eran de color rojo, pusimos los leotardos blanco y botas rojas y… ¡Navidad!)

-Parecéis sacadas de una revista de moda de edición navideña.

Los chicos bromeaban con nuestra ropa, y nosotras con los jerséis tejidos por sus abuelas horrorosos (eso sí, de cachemir ) que sus madres les habían obligado a tener puestos durante la cena navideña con sus familias.

-¿Qué quieren los chicos por Navidad?-Daniel estaba apoyado en una pared y me mira de reojo. No puedo evitar sonreír.

-Carlos quiere un par de libros y Carlota dice que lo que yo quiera.

-¿Carlos te ha dicho que libros quiere?-Javier estaba emocionado por salir todos juntos de compras.

-Me ha dicho que como soy inteligente escogeré libros interesantes. Que ni se me ocurra coger uno de esos libros vampíricos para adolescentes- Miro a Javier que se ríe al recordar.

-¿Y vosotros que vais a comprar?

-Yo el regalo de cumpleaños de Momo-Mimí mira a su hermana.

Recibo un SMS.

"Y YO A COMPRAR EL REGALO DE MIMI"

-¿Es vuestro cumpleaños?

-Sí, nacimos el 1 de Enero. Y como salimos hoy hemos decidido aprovechar para comprarlos.

Nos dirigimos a una tienda de ropa normal para escoger el regalo de Carlota y el de las chicas, que entran de una en una para evitar ver su regalo.

Posteriormente pasamos por una librería y por poco no nos llevamos todos los libros. Era un ambiente magnífico, una pequeña librería escondida con millones de libros antiguos de todo tipo de temas y con preciosas tapas desteñidas de miles de colores.

-Me muero de hambre ¿Qué os parece hacer un descanso?-Javier apoya la mano en la pared para darle dramatismo.

Todos miramos a nuestros estómagos y buscamos desesperadamente un restaurante.

Encontramos una pizzería y decidimos entrar. Hay poca gente, así que podemos pedir rápido, tan sólo un par de chicas más o menos de nuestra edad y un matrimonio de ancianos con su nieto de unos tres años que están pidiendo delante nuestro.

-¿Tú eres Daniel? Eres Daniel- Una de las jóvenes se levanta de su asiento y se nos acerca.

-Sí, te importaría no montar un espectáculo por ello. Hay más personas que desean estar tranquilos-Mira al matrimonio que sigue mirando con la dependienta algo que dar al niño para que deje de llorar por los gritos de la joven.

-Discúlpale, no sabe una forma de decirlo cortés- Sonrío a la joven que mira al suelo avergonzada.

-Será culpa mía.

-No os preocupéis por él. Llora por todo. Es aún muy pequeño- La anciana se acerca a nosotros lentamente.

-Discúlpenos a nosotros, somos los que hemos montado el espectáculo al fin y al cabo - Es divertido ver a Daniel en modo caballero.

-Tú eres famoso- El pequeño se seca las lágrimas y señala a Daniel desde los brazos de su abuelo- Yo te conozco.

-Sí, lo soy.

-Pero me caes mal, prefiero a la chica que ha hablado bajo.

-¿Yo?

El niño asiente con la cabeza y yo me río. Daniel mira atónito al pequeño que dice todo con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Qué desean pedir?-La joven pregunta desde detrás del mostrador mientras lleva las bebidas de los ancianos a su correspondiente bandeja.

Pedimos y nos sentamos al lado de la mesa del niño porque llora y patalea que quiere sentarse con nosotros, el problema es que no entramos todos en una mesa.

Las chicas, que se sientan justo enfrente de nosotros, no dejan de tomarnos fotos.

Una de ellas se levanta de la mesa, su cabello rojizo me recuerda levemente a Maya, pero este es mucho más largo y oscuro.

-¿Sois de Aguamarina?

-Sí- Moni la mira desafiante- ¿Hay alguna razón por la que preguntar eso?

-No, simplemente me resultabais muy elegantes y sofisticados. Tenéis aire de riqueza, sobre todo esa joven.

-Pues siento decirte que soy la única de clase media del colegio- Sonrío mientras ladeo levemente la cabeza- Y mira que hay gente.

La joven parece avergonzada.

-No pasa nada. El ser elegante, o el hacer que se fijen en ti lo puede hacer cualquiera, pero hay pocos que sin intentarlo lo consiguen. Es todo un alago.

La joven parece extrañada ante mi respuesta pero le alegra que no me haya molestado.

Al finalizar la comida nos vamos a una pequeña tienda de música.

Javier a insintido en ir para comprar un regalo para su madre.

La tienda, que es muy pequeña y de color azul claro, está llena de libros, CD's y todo tipo de instrumentos por las paredes. Es una sensación de museo, de impresión y a la vez tiene un aroma familiar y cariñoso. Es una tienda preciosa como la que había en mi antiguo hogar.

-Buenos días-Un joven aparece en la tienda con un montón de cajas que le tapan la cara- ¿Qué desean?

-Buscaba una cajita de música.

El joven se da la vuelta al dejar las cajas en el suelo y me resulta familiar.

-¿Pikachu?

-Germán ¿Qué haces tú aquí?

-Me mudé la semana pasada- Mira a Daniel a la cara- ¿Qué haces tú aquí? Bueno… vosotros. Estoy harto de vosotros.

-¿Les conoces?

-Claro, son los aguamarina. Estoy hasta las narices de estos tíos, no se salva ni uno.

-Yo voy a ese instituto. ¡Y a mucha honra!

-¿Vas al aguamarina? ¿Cómo te lo puedes permitir? Mejor dicho ¿Por qué estás allí?

-Recibí una beca. Y que sepas que el aguamarina y su gente son fantásticos. Al menos mucho mejor que vosotros.

-Pikachu, estás loca. Haz lo que te parezca.

-Pues claro que lo haré. Y deja de llamarme Pikachu.

Nada más comprar la cajita de música salimos de la tiendecita. Mimí se adelanta y me mira a los ojos.

-¿Por qué te llama Pikachu?

-De pequeña cuando me enfadada inflaba los mofletes y era igual a Pikachu, por eso me quedé con el nombre.

Nos reímos cuando inflo los papos, realmente entiendo el mote que me pusieron en la guardería. Soy clavada.

-Nosotras nos vamos- Mimí se despide con la mano justo al lado de un semáforo- Tenemos una cena en un cuarto de hora.

Seguimos caminando, sin las gemelas el grupo parece vacío. Es lo malo de ser un grupo tan pequeño.

El semáforo está en verde así que me pongo a cruzar, pero de repente veo una luz que se precipita contra mí a toda velocidad. Mis piernas no reaccionan y oigo chillidos a lo lejos.

Un camión se abalanza contra mí pero gira a escasos centímetros. La luz de los faros me deja casi ciega, no noto nada.

Cuando abro los ojos veo a Daniel abrazando mi cintura y tirando de mí, a la gente que se lleva las manos a la cara para evitar verme morir allí mismo, a Moni sujetada por Javier para evitar que corra hacia la carretera. Veo todos mis recuerdos en una pantalla de cine dentro de mi mente.

-¿Estás bien? Érika respóndeme.

Me doy la vuelta con dificultada para mirarlo a los ojos. Estoy llorando y él llora aún más que yo. Me sujeta con fuerza. Lo agradezco porque mis piernas siguen sin reaccionar.

-Sí no te preocupes.

Una policía se acerca a mí corriendo, me examina y va a por el conductor del vehículo que duerme profundamente en la cabina del camión.

Daniel me suelta pero le agarro para que me vuelva a abrazar.

-Por favor, tengo miedo.

Salimos de la carretera y vamos con Javier y Moni que se despiden para irse a su casa al poco rato.

-Te acompañaré a casa. ¿Te importa si me quedo contigo y los niños?

-No, pero ¿Y tus padres?

-Mis padres están fuera, de viaje de V.P.V.A.E.G.Q.S.H.D.V.E.L.F.Y.Q.N.Q.V.

-¿Qué?

-Viaje para ver a esa gente que se ha de ver en las fiestas y que nadie quiere ver.

-Vaya, bonitas vacaciones.

-Érika-Carlota corre hacia mí y me abraza cuando llego a la altura de la puerta de entrada- Hemos visto el accidente en las noticias. Nos tenias preocupados.

-¿Os apetece cenar para ver vuestros regalos por la mañana?

La cena es divertida, pero rara a la vez. Sigo con tanto miedo en el cuerpo que me duermo en el sofá aún abrazada a Daniel.

Daniel no deja de mirarme cada dos segundos durante toda la noche para ver que sigo viva con sus propios ojos.

Aún son las cuatro y media pero he perdido el sueño, tengo ganas de llorar.

Es la cuarta o la quinta navidad sin mis padres, es un día duro para mi. Me acuerdo de que mi madre me llevaba de tiendas para comprar un precioso vestido largo de color rojo todos los años, siempre era distinto, pero siempre igual, largo y rojo y mi padre se llevaba a mi hermano a la cocina de su restaurante para preparar la cena.

Mi padre nunca dejo cocinar a mi madre puesto que era una pésima cocinera, muy buena en todo lo demás, pero la cocina fue algo que nunca se le dio bien. Era divertido ver a mi padre recogiendo el pavo del horno y apartando a mi madre con una pierna para que no lo tocase porque siempre se quemaba.

Cada vez que pasaba por mi cocina recordaba el momento en que mi madre sacó la tarta del horno en mi quinto cumpleaños, pero como aún no estaba hecha cuando la dejó en la mesa explotó y nos llenamos todos de merengue.

Me entristezco cada vez que pienso que no la volveré a ver caer por las escaleras del colegio cuando iba por mis notas o tirando la bebida encima de los invitados, era una mujer de lo más torpe. Pero todo el mundo la quería, siempre fue mi sueño ser como ella.

-Ya podemos, ya podemos abrir los regalos- Carlota agarraba a Carlos del brazo para bajar por los escalones que daban con el salón.

Los pequeños corrían de un lado a otro para buscar sus regalos y finalmente se sentaron en el sofá para abrirlos.

Carlota abrió primero sus regalos, una camiseta y unos vaqueros, unos coleteros de conejitos y otros de gatitos, una agenda forrada de tela de color morado y con miles de pequeños cristalitos, un libro de romance (porque sé que es su género favorito) y dos muñequitas vestidas de época que me parecieron preciosas.

Carlos abrió los suyos con torpeza, un par de libros sobre el viaje que hizo Darwin, un libro sobre historia de la vieja Grecia, un jersey de color azul, una mochila hecha por mí (uno de mis fuertes es la costura, y esa mochila es preciosa) una funda para su móvil y un animalito que ponías en la mochila y que cuando te llamaban o te mandaban un mensaje se ponía a saltar en una pequeña burbuja.

-¡Te toca!

-¿A mí? Pero si he sido yo la que ha comprado los regalos.

-Has comprado los nuestros- Carlos apuntaba a mis ojos con uno de los marca páginas que venían dentro de los libros- Y nosotros el tuyo.

Me dan una gran caja de color rosa claro y con una hello kitty de diamantitos falsos en una esquina (escogido por Carlota seguramente)

Lo abro y veo una guitarra de color rojo y con una inscripción por detrás.

"A veces alguien llega a tu vida y sabes de inmediato que nació para estar allí. Por eso esta primera navidad sin ti se me hace tan dura. Recuerda que siempre te querré"

Carlota se sienta a mi lado y se agacha para poder mirarme.

-Nosotros solo hemos comprado la funda y unas partituras y libretas de apuntes. Era una guitarra que tu padre regaló a tu madre la navidad que estuvo dando concierto en N.Y. Tu abuelo nos la envió cuando la encontró en un viejo maletín estropeado. Dice que no te preocupes, claro que no lo ha tirado, pero no podía dártelo en ese estado tan lamentable.

-Es el mejor regalo del mundo chicos, os quiero muchísimo.

-Estás segura.-Carta me abraza con la mayor fuerza que tiene y se le caen pequeñas lágrimas. Carlos no llega a llorar pero se ve que podría perfectamente.

-¿Sabes tocarla?- Daniel se levanta de un salto de sofá.

-Por supuesto, mi madre era una gran guitarrista de un grupo antiguo. Todo el mundo la quería. Ella me enseño desde que nací.

Cojo la guitarra y la púa (como no, de hello kitty) y las notas danzan suavemente.

Toco una de las canciones favoritas de mi madre, una canción triste que trata sobre un hombre al que matan justo después de ver a su mujer con otro nombre. Una canción de Mecano que a mí también me encanta.

La canción suena melancólica y triste, como esperando el regreso de ese hombre. Las notas que fluían por mis dedos era como lo que siente un buen escritor al escribir. Como si sus personajes cobrasen vida, son ellos los que escriben, tú solo los observas a lo lejos.

Veo a Carlos impresionado, a Carlota bailando en la habitación, a Daniel siguiendo el ritmo de la música con los dedos y me fijo de que estoy cantando la canción desde un principio .

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cap. 8/2

El fin de semana siguió con otro acontecimiento más interesante.

Algo más que un beso en la espalda entre dos amigos míos. ¿Quién? ¡Ah! Eso no lo sé, si lo quieres saber tendrás que seguir un poco más.

Por la noche el frío entro en la habitación, voy a cerrar la ventana que da al balcón cuando veo a Momo y a Javier hablando.

-¿Qué pasa?-Daniel lleva una toalla en el pelo para secárselo y un divertido pijama de ositos.

-Nada, Momo y Javier.

Cierro la ventana.

Los chicos compiten en el Mario Kart, y Carlota no es uno de ellos. Carlos y Daniel compiten en carreras de dibujitos mientras Carlota lee una revista en nuestra cama.

-¿Y qué hacían?-Carlota me guiña un ojo pero realmente no hay nada, así que niego con la cabeza.

Me siento junto a Carlota y comienzo a leer la revista con ella.

Es una revista de cotilleos, no nos gustan a ninguna de las dos, pero es divertido ver la ropa y criticar y valorar la que te gusta y la que no. Los chicos se ríen cada vez que decimos que una actriz conocida es algo fea. Todos sabemos que no es verdad, pero Carlota y yo recortamos las caras de gente de otra revista y hacemos un collage para cambiarle de forma.

-Te gané por decimoquinta vez. Ya no es ni divertido- Carlos comienza a saltar en la cama.

-Eso no es justo, me lanzaste un plátano y me caí justo en la línea de meta- Daniel parece dolido.

Nosotras reímos, y ellos comienzan a reír también.

Pican a la puerta y oigo "¿Momo está aquí?

Por la voz se que es Mimí, así que me levanto y voy a abrirla.

-Está fuera hablando con Javier, bueno "hablando" a su manera.

Me asomo y me quedo boquiabierta, Mimí se acerca y se queda en blanco, Daniel viene a mirar y no puede moverse y por último los gemelos vienen a cotillear y se quedan mirándonos.

Javier tiene los labios pegados a los de Momo y no quiero saber nada más. Ni yo ni nadie quiere moverse, ni escuchar otra cosa, ni ver otra cosa.

Cuando se alejan unos centímetros todos comenzamos a aplaudir mientras salimas al balcón, a aplaudir, a gritar, a saltar…

Momo está totalmente roja, igual que un tomate.

Javier está con los brazos en jarras.

Momo, que miraba desde el balcón de arriba comienza a decir cosas que no llegó a oír pero que hacen que Momo se ponga más roja aún.

Y claro como en cualquier beso de película todos comenzamos a decir "Qué bonito" y "Otro, Otro"

Javier coge a Momo de la mano y la mete en la habitación.

-Eh, oye ¿y nosotros qué?

Todos salimos de la habitación y comenzamos a aporrear la puerta.

Uno de los vecinos salen de su habitación y nos riñen, pero pasamos de todo.

Queremos saber todo lo que ha ocurrido, y por qué, y cuándo…

Momo sale de la habitación de un empujón (que mala persona es Javier, sacrificar a su novia por no vernos aplaudir)

Momo coge a Mimí y hace unos gestos.

-Dice que os lo dirá mañana. Buenas noches.

Las chicas se van a su cuarto corriendo.

Nosotros volvemos a entrar en la habitación y nos acostamos.

La cálida luz de la luna entra por la ventana, la pequeña brisa de aire que se cuela por debajo es de un aroma salado, como agua de mar.

Me duermo rápido, el silencio lo hace más fácil.

A las tres y media de la mañana me despierta Daniel gritando.

-¿Qué te pasa?

-Nada. Duerme.

-Eso digiste ayer, dime la verdad

-Es una pesadilla recurrente.

-¿Y de qué va?

-El día de navidad mi padre murió, cuando era pequeño temía a Papá Noel. Tenía tanto miedo que me encerraba en mi cuarto y tapiaba la chimenea. Pesaba que Papá Noel le había matado, así que siempre tengo esa pesadilla.

Me parece muy tierno. Qué mono. Es como un niño pequeño.

Sin darme cuenta me vuelvo a dormir.

Daniel da vueltas en la cama.

Los niños duermen profundamente, su sueño es muy profundo..

Me gusta verles tan inocentes, tan pequeños, tan frágiles.

Oigo el murmullo del mar, y a los vecinos charlando animadamente (porque están como cubas, no por otra cosa)

Aunque esté dormida lo oigo todo, como al nadar, a pesar de estar muy cerca lo oyes todo lejano, pero lo oyes. Es una extraña sensación que muy pocos sabrían describir. Una sensación de calma, de… Bueno eso, de calma.

La noche tranquila hace que me ponga a recordar. Mis antiguos amigos, parece que ni me acuerdo de ellos. ¿Se acordarán ellos de mi? Seguramente no.

Nunca fui una chica popular, me pasaba la vida leyendo, odiaba el pueblo. Odiaba todo lo que estaba a mi alrededor. Yo siempre fui carne de ciudad.

Bueno no es que no me gustase el pueblo, porque realmente me gustaba, pero odiaba a la gente que vivía allí.

Todas mis compañeras de clase eran una auténticas snob encerradas en el cuerpo de marujas de barrio, era como un programa de cotilleo diario. Así era mi vida antes de llegar aquí.

Solo tuve amigos, y no muchos. Creo que puedo contarlos con una mano. Bueno y con media también.

Prefiero Madrid. Nunca pensé en que todos mis amigos fuesen a ser millonarios y además gente muy buena y cariñosa. Gente que se apoya unos a otros sin importar lo que pase. Tenia una imagen muy equivocada de todos ellos.

Bueno, vale que no saben lo que es café instantáneo o como es un estropajo, pero son muy divertidos.

-Érika ¿Duermes?- Por la preguntita a altas horas de la noche sabréis quien es.

-¿Qué quieres?

-Te importa que ponga música, te prometo que la tendré bajita.

-Si no me hubieses despertado podrías haberla puesto al volumen de las discotecas. Haz lo que quieras pero déjame dormir. Llevo dos días sin dormir, así que o te callas o te callo. Una de dos

Cap. 8

Miro el calendario, hace cuatro meses que llegué a Madrid. Cuatro larguísimos meses.

Cuatro meses en los que he conocido a mucha gente, y he hecho muchas cosas.

Ah, se me había olvidado contaros lo del viaje del premio. Será mejor que comience a contarlo. Ocurrieron cosas que quizás comiencen a interesaros.

Volvamos ha hace unos meses atrás. El día de nuestra salida.

-Bueno, ya estamos todos.

Mimí estaba contenta. Sería su primer viaje a solas. Sin padres. Aunque nos cuidarían unos adultos.

-¿Y al final vienen los enanos?

-Sí, Maya tuvo que irse ayer con sus padres a Mallorca. Su abuela está ingresada en el hospital y tuvo que coger un vuelo.

Daniel y yo miramos a los pequeños que jugaban con Javier, bueno, más bien le tomaban el pelo. Le iban quitando cosas de los bolsillos

-Ir subiendo-Mimí se iba corriendo a por todos y empujándonos dentro del autobús que ya estaba listo.

Javier se sienta con Momo, Mimí con Moni, los gemelos juntos y yo con Daniel.

Es tarde, como las diez de la noche. Todos intentan dormir en el autobús excepto los gemelos que juegan a la PSP.

-Érika, ¿estás dormida?

-No- Mi voz suena débil, ya casi estaba dormida- ¿Qué te pasa?

-No puedo dormir- Daniel me mira. No me había dado cuenta pero me estaba quedando dormida acurrucada contra él.

-Cuenta ovejitas, a mi que me dices.

-Me aburro, habla de algo.

-Vale. Sabías que todo el mundo necesita dormir unas ocho horas diarias.

-¿De verdad?

-Sí-Le echo una almohada a la cara y me vuelvo a acurrucar puesto que estaba muy a gusto.

Pasa de mí y comienza a mirar por la ventana y a contar árboles. Lo sé porque le veo apuntarlos en un papel.

Miro hacia atrás y veo a todos dormir, pero yo ya no puedo. Por culpa de la pregunta de Daniel me he desvelado.

Quiero seguir acurrucada así que cierro los ojos, tengo mucho frío y así estoy más calentita.

-¡Érikaaaa!- Oigo que Carlota me llama desde el fondo del autobús.

-Carlota ven- Daniel hacia sonidos en señal de silencio.

La pequeña se acercó a nosotros y le susurró algo, Daniel pensó unos segundos pero finalmente acepto.

No tengo ni idea de lo que se dijeron, pero claro, cosa que no sé cosa que me interesa.

Por la mañana finalmente llegamos a un pequeño hotelito en un pueblo cerca de la costa.

-Bien, que ilusión. Yo me pido a Érika, a Carlos y a Daniel-Carlota se dirigía al primo de Javier que nos esperaba junto al autobús.

Tras unos formales saludos entramos en el hotel.

Al parecer cuando por fin me había dormido llamaron al hotel para distribuir las habitaciones y así al llegar tan solo era dejar las cosas.

-¿Y con quién duermo?

-Con nosotros-Carlos miraba tristemente mi cara y señalaba a Carlota y a Daniel.

Pues era verdad lo que había dicho la niña al bajar. Valla lío.

-No, pero Daniel querrá dormir con Javier ¿verdad?

-Yo voy a dormir a casa de primo. Tengo una habitación allí-Javier se despedía de las chicas mientras lo decía- Está aquí al lado. Vuelvo en nada.

-Lo siento- Daniel me mira sonriente- El karma.

-¿Karma?

-Sí, por hacerte la dormida.

-¡Cómo lo sabes!- Le miro impresionada- Claro, tienes poderes ¿verdad?

-No, pero haces un leve ronquido cuando duermes realmente, bueno ya sabes lo que te pasa al dormir realmente ¿no?

-Yo no ronco- Creo que no había roncado en mi vida- No, no pude hacer eso. Por favor dime que no.

-Me temo que sí.

-¿El qué?-Los niños nos miraban con curiosidad.

-Se chupa el dedo-Daniel y los niños comienzan a reír a carcajadas. No pueden parar.

-¿Podemos ir a la habitación por favor?

Entramos en el magnífico hotel. Un hotel de color verde olivo y con grandes balcones blanco con miles de enredaderas de flores azuladas, era como de un cuento de hadas.

El mundo de los ricos era realmente como un cuento de hadas.

Entramos en un ascensor enorme que nos lleva a la tercera planta y entramos en la segunda habitación.

En la habitación veo una cama de matrimonio y dos camas individuales.

Dejo mis cosas sobre una de las camas individuales y voy colocando mi ropa en el armario.

-No,no-Carlota me señala con el dedo- Vosotros dos allí.

-¡¿Qué?!

-Sí, yo no puedo dormir con Carlos.

-¿Y yo con Daniel sí?

Los gemelos asienten. Parece que se lo están pasando bien.

Me gusta ver a Carlo reír. Es algo muy poco común y es como si volviese a ser el niño que es.

Creo que Daniel también lo ve, puesto que coge sus cosas y las pone sobre la cama de matrimonio.

-Bueno chicos son las cuatro y media- Carlos comienza a abrir la cama con cuidado- ¿Qué os parece dormir hasta las siete o las ocho?

Todos asentimos, realmente no descansas en los autobuses.

Los niños se meten en sus camas y yo bajo las persianas, parecemos una familia.

-¿No duermes?-Daniel se sienta en la cama.- Si quieres puedo dormir en la alfombra. Está blandita.

Me lo pienso, pero finalmente me niego. Pero por poco, no te creas.

Me meto en la cama con el camisón de verano de hello kitty, me da algo de cosa pero el cansancio puede conmigo.

Las horas pasan y mi sueño se va haciendo más leve cada vez, hasta que finalmente me despierto a las seis y media.

Noto a Daniel, me abraza por la cintura y duerme profundamente.

Su respiración es leve y lenta, la de los niños es musical, parecen un coro de góspel, es muy divertido.

Sigo mirando de a Daniel, estamos frente a frente, su cara a penas toca la mía, pero me siento rara. No es incomoda, creo que lo contrario.

Miro sus manos rodeándome suavemente.

De repente pega un sato aún sujetándome por la cintura, y lo hace con tal brutalidad que hace que yo me tenga que sentar en la cama junto a él.

-¿Qué te pasa?-Le miro fijamente.

Me suelta la cintura y se sonroja.

-Una pesadilla no era nada.

Me vuelvo a acostar y él me imita, cierro los ojos y me estoy quedando dormida cuando noto un beso en mi espalda.

No me muevo, de hecho no puedo, estoy nerviosa. Es un beso suave, no es como si me besase en los labios, es como un beso en la mejilla, bueno, mejor aún, en la espalda.

Un pequeño beso que no significa nada ¿O sí? ¿Quizás quiera decir algo? ¿O estaba dormido?

Me levanto de nuevo, no puedo dormir. Me siento a los pies de la cama y cojo un libro de la mesita y una lamparita de leer y comienzo a leer en silencio. Un libro de John Grisham.

Los niños se despiertan como a las siete, les mando jugar en silencio para no despertar a Daniel y vuelvo a darle vueltas al tema ¿Quizás soy yo quién le ha dado mucha importancia al asunto? Mi cabeza da vueltas y vueltas.

Hasta que oigo un timbrazo del teléfono de Daniel que me saca de mi trance.

Cap. 7

-Quiero saber que haces aquí. Y dónde está tu hermano.

-Carlos está en el colegio, estamos hartos de no hacer nada, queremos venir aquí, contigo y con Daniel.

Mimí me mira atónita, aún no sabe que los gemelos son unos superdotados súper inteligentes.

-Carlota voy a llamar a tu colegio ahora mismo, estoy a cargo de vosotros y el primer día ya la armáis. Voy a ir a hablar con Daniel para que te lleve al colegio de nuevo. Y que sepas que estas castigada dos, no tres semanas sin salir. Y a las nueve y media en la cama.

Me entra la risa y Mimí me sigue hasta que caemos al suelo. Parezco una madre, más que una amiga. Carlota se ríe muy bajito pero al unirse a nuestras resonantes risas los chicos del otro equipo entran rápido en el vestuario para ver lo que pasa.

Todos se nos quedan mirando y aprovechan para hacernos una foto.

-Mirad, ha quedado genial. Es lo mejor que hemos hecho en estos cinco minutos.

La fotografía retrataba a toda la clase mirándose y a nosotras en el centro de la habitación riéndonos mientras los vestidos se entremezclaban con los pies de nuestros compañeros.

Como la fotografía estaba tomada en sepia parecíamos hadas bañadas por miles de reflejos (que realmente eran los azulejos del vestuario), una foto de la que espero tener una copia para verme así de guapa a los ochenta años.

-¿Qué hace Carlota aquí?- Daniel copia mi anterior expresión, pero esta vez es natural.

-Las profesoras de mi curso están en nueva york en un campeonato de….

-¿Ortografía?-Mimí parece maravillada.

-No, que va. De lucha libre, se han ido todas de viaje para competir en la final. La señorita Menéndez tiene un gancho de aguantar las ganas de pegar puñetazos a los alumnos que no veas.

Mimí vuelve a reír de nuevo, pero esta vez aún mas alto que la anterior.

-Así que nos han dado el día libre y como me aburría en casa he venido a hacerte una visita.

-Me mentiste- Me enfurruño aún tirada en el suelo y la miro con ojos de cachorritos.

-Claro que sí. No esperarías que quisiera suspender para quedarme sola un año más en ese lugar.

Momo me ayuda a levantarme y salimos todos del vestuario para reunirnos todos con la nueva "seño".

-Ya tenemos la foto-Mimí se sujeta las gafas redondas con una mano y sujeta una de las coletas con la otra y sonríe de oreja a oreja- La hemos hecho entre todos pero no va encontrar una foto mejor en este mundo.

-Ni en ningún otro, la llegada a la luna no es nada comparado con esto. Te va a encantar-Javier se pone a uno de los lados de la maestra y le muestra la fotografía.

La fotografía parece complacer a la profesora que nos mira con una sonrisa. Su ojos pasan por todos los alumnos una y otra vez, como intentando recordar una situación similar.

-Podéis ir entrando en clase, voy a ir a la sala de profesores a revelar la fotografía.

Todos, incluso Carlota, entramos en el aula de primero A sin saber lo que se nos avecinaba.

El joven del otro día estaba sentado sobre mi mochila y todo mi material estaba esparcido por el aula. Él sujetaba mi móvil y miraba videos que he ido haciendo desde que me compré ese móvil hace tres años.

-Buenos días. Tienes un buen gusto Daniel, hay jóvenes muy guapas en tu teléfono.

-¡Imbécil! Ese era mi maletín, el de Daniel es el que está sobre ese pupitre.

Mira al suelo y comienza a recoger todas mis cosas y metiéndolas en sus respectivos lugares, agachando la cabeza para evitar ver nuestras caras de alegría al ver que hasta un ladrón puede ser tan estúpido como para confundir el maletín de una chica del de un chico.

Sobre todo, teniendo en cuenta que en mi maletín hay una pegatina por detrás con mi nombre en letras grandes y claras.

Carlota se sitúa delante de todos y mira fijamente al joven a los ojos, su mirada es severa y misteriosa, una mirada de odio pero que al verla sabes que hay algo detrás y que no es solo un odio infantil. No sé quién será este tipo pero es realmente un genio para hacer que la gente le odie. Nada más y nada menos que toda una clase en menos de veinticuatro horas. ¡Bravo!

-Chicos, dejad que recoja mis cosas e ir sentadoos. Será mejor eso que estar aquí en la puerta como bobos.

Vamos yendo cada uno a nuestro sitio, Javier y yo comenzamos a charlar animadamente sobre un programa de televisión en el que aparecía un video de un gatito muy mono. Momo escribe en un papel, es un texto muy largo, ya lleva diez páginas o más. Pero no es para enviar, tiene márgenes con flores de color azul o rosa y pulcros números a los lados.

Luego me fijo en Moni y en Daniel que discuten sobre el candidato a presidente de una compañía de venta de música muy importante en N.Y.

Mimí aprovecha para jugar con sus trencitas.

Me fijo en Mimí y en Momo, son iguales. Se pueden diferenciar porque Mimí lleva gafas y se pasa la vida hablando. Pero el cabello rubio en dos trencitas que terminan recogidas con un hermoso lazo blanco es idéntico, los ojos azules claros, verdosos como el mar son idénticos, e incluso la marca de nacimiento que tienen en uno de los tobillos es idéntica.

Hay que fijarse muy bien para saber quién es cada una, pero yo realmente puedo diferenciarlas sin problema, mirándoles solo a la cara

Mimí se fija en que la estoy observando y a pesar de que estamos en la misma clase sin profesor, me saluda levemente con la mano.

Me levanto y voy a su lado.

-¿Qué pasa?- Mimí gira la cabeza y lo dice preocupada.

-Nada, me recuerdas a alguien - Es verdad, es clavada a su gemela ¿no?

-¡Qué bien!- Se alegra al saber que no es nada importante.

-Mimí, os apetecería quedaros a dormir hoy en mi casa, seria divertido ir de compras ya que aún no tenemos deberes y después charlar y cenar las tres juntas, a pesar de ser por semana será divertido- Miro a Momo que no se ha dado cuenta de lo que hablo pero parece que la idea le gusta y a Mónica, que gira la cabeza al posar mi mirada en ella.

-Suena divertido, iremos a D&G,Tommy Hilfiger , Prada…

-Yo había pensado mejor Zara, Blanco, e incluso, quizás entrar en el chino de mi antiguo barrio.

-¿Qué es eso?

Toda la clase me mira algo extrañados, parece que no han oído esas tiendas en su vida. Lo de estos ricos es mucho, pero mucho mucho.

-¿Nunca habéis oído hablar de Carrefour o Alcampo?

-Yo conozco al magnate pero no sé de que va la cosa- Mónica parece muy intrigada en todo mi mundo que veo que para ellos es otra dimensión.

-Yo sí que conozco todo eso-Javier se sienta a mi lado y mira fijamente a los ojos de nuestra delegada.

-¿Y cómo? Nosotras nunca hemos oído hablar de ellas.

-Es fácil, yendo con las criadas cuando se estropeó el coche. Pero yo prefiero el Hipercor

No es precisamente la manera perfecta de la palabra normalidad pero en esta clase es la persona que más se acerca.

-¿Y cómo es?- La clase estaba muy interesada en este nuevo descubrimiento.

-Pues… Un lugar grande, con muchas tiendas de ropa, de alimentación, de telefonía móvil, de mascotas…. Tienen todo tipo de tiendas, y de precios que vosotros veríais como la calderilla que tenéis en el bolsillo de la cazadora.

Todos fueron al perchero por su cazadora y dejaron en una mesa todo el dinero que tenían en los bolsillos. Más de seiscientos euros en billetes de diez.

-¿Esto es vuestra calderilla?

-Sí, ¿cómo es la tuya?

Saco un euro y medio que tenía para el autobús y un resguardo de los libros de este año.

-Esta es mi calderilla.

Cada vez parecen más interesados en mi mundo, un mundo que antes era invisible para ellos.

-Érika ¿Tenías muchos amigos allí?

-Bastantes. El pueblo era muy pequeño y todos éramos amigos. Seriamos unos 25 jóvenes, no teníamos mucha opción.

Todos miraban a la profesora que acababa de entrar con varias fotografías.

-Yo también hice alguna.

Había fotografía de mientras hablábamos, cuando salimos corriendo a hacer las fotos, de nosotras dos hablando en el vestuario…

-Podrías habérnoslo dicho ¿no crees?

-Ummm….. ¡No!

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cap.6

La clase comienza, tenemos matemáticas.

Yo estoy teniendo ciertos problemas con uno de los ejercicios y me frustró más cada vez que veo a Mónica resolviéndolos como si nada.

Momo es la que parece que va peor, no deja de hablar con su hermana, bueno… hablar lo que se dice hablar no, escribir, mejor dicho.

Javier está medio dormido sobre el libro de ejercicios, yo lo estoy intentando despertar pero no soy capaz, y me temo que el profesor también se ha dado cuenta porque cada vez que da una vuelta por el aula le pega una colleja.

Nunca me hubiese imaginado que en los colegios de ricos los profesores te podían dar una colleja si te dormías en clase, pero como en mi antiguo instituto no te dormías no puedo decir si también ocurría.

Realmente hecho de menos a mis amigas, tantos años estando juntas y de pronto ni un mensaje, ni una llamada, ni siquiera una postal de la capital.

-Señorita Lua, ¿Le ayudo en algo?

-No, gracias, pero preferiría intentar resolverlo por mi misma.

-Me parece bien, pero si no es capaz levante la mano.

Me encanta que me hablen de usted, parezco tan importante. Pero prefiero cuando me llaman por mi nombre, esto realmente me hace sentir algo agobiada. Señorita, Disculpe, Me podría... Antes mis profesores me decían “Éri, querida, ayúdame con eso” o “Éri, buen trabajo, aunque intenta mejorar” Realmente lo prefería.

Las horas pasan mientras veo pajaritos por la ventana y acabo la clase sin resolver el problema. Le he dicho al profesor que lo haré en el recreo junto con los castigados, porque ya sé como resolverlo, justo cuando se acabó la clase.

En el intercambio a música nos dejan diez minutos libres hasta que llegue el profesor que ha salido a comprar material.

-Ya veréis que bien lo vamos a pasar este fin de semana- Mimí se levanta de su asiento y se sienta sobre mi mesa- Éri, ¿vienes hoy a comprar ropa? Estoy sin nada para la ceremonia. Recordad que es de gala.

-Iré si no te importa que me acompañen cuatro personas.

-¿Cuatro? Tú ¿Y quién más?

-Los dos niños con los que vivo, una amiga y la niñera.

-¿Tienen niñera?- Daniel se acerca a nosotras al oírme decir lo de la niñera no se lo puede creer.

-Sí, ¿no vienes tú?

Todos nos comenzamos a reír, la cara de Daniel no se puede explicar por palabras, pero era lo más cómico que he visto en mi vida.

-¿No puede ser Maya la niñera?

-Y tú quién serías ¿La amiga?- Comienzo a reír a carcajadas- Bueno anda, los gemelos mi amiga Maya y mi enemigo Daniel.

Los chicos se miran entre sí, ¿Enemigo? ¿Desde cuando?

-Cosas nuestras-Dice Daniel avergonzado.

No me puedo creer que lo haya dicho así de enfadado. ¿Iba en serio? No, yo siempre había pensado que me lo decía en broma pero sus cortantes palabras me acaban de quitar esa idea de la mente.

-Ya he llegado chicos, sacad el cuaderno de música.

Era una de las jóvenes maestras que veían la competición de la piscina.

Alta, rubia de ojos oscuros y muy, pero que muy joven. Con un vestido con notas musicales.

-Bueno… Diréis ¿Quién es esta? Soy la nueva profesora de música. Y antes era la tutora de primero pero me acaban de decir que a partir de hoy seré vuestra tutora- Deja una caja sobre la mesa. Una caja llena de figuritas de animalitos y de figuritas de muñecos de mangas que he visto laguna vez a mi primo, que es un obsesionado.- Me llamo Verónica Duero, soy profesora y tengo un título de música desde hace unas…- Mira el reloj negro de su muñeca y nos mira sonriente- Veinticuatro horas.

La miramos algo extrañados, pero nos reímos cuando comienza a sacar figuritas de profesores conocidos.

El matrimonio de dirección, la secretaría, nuestro antiguo tutor, de ella misma…

-He cambiado las horas de arte y de música. Así que ahora haremos la clase de arte.

-¿Y qué haremos?- Moni levanta la mano, como si fuese esto una rueda de prensa.

-¡Fotos!

-¿Fotos?- Decimos todos, ¿fotos en clase? Esto si que es una novedad con respecto a mi otro colegio.

La nueva maestra nos saca al jardín y nos da un par de cajas a cada uno. En cada caja hay un par de vestimentas, maquillaje, productos de peluquería etc.

-Os separareis en grupos de tres, y me traeréis como mínimo diez fotos, totalmente diferentes, en una hora. En uno Micaela, Javier y Amy y en el otro Daniel, Montse y Mónica.

Mi grupo se dirige al jardín de la zona de recreo, Mimí y yo nos vamos al vestuario femenino para ponernos la ropa que usaremos en la fotografía.

Un par de vestidos blancos y largos con una cinta de color azul en la cintura.

-Amy, ¿Quién eres?- Mimí se sienta en el banco que hay en el centro del vestuario y me mira confusa- Es decir, de donde vienes, porque vienes y todo eso.

-Bueno… mis padres murieron hace un par de años, comencé a vivir sola con mi hermano, nos mudamos aquí para que él pudiese entrar en la universidad. Mi antiguo director conocía a este director y como tengo una inteligencia algo superior a la media consiguió una beca. Cuando llegué aquí conocí a una chica que está como una cabra llamada Maya y a Daniel. Maya me dijo que intentase convertirme en actriz así que al segundo día de llegar a Madrid fui a una agencia y me contrataron dos gemelos de ocho años que ahora son mis representantes, ayer, que fue mi tercer día en la ciudad, comencé el instituto y os conocí a todos, por la tarde comencé a grabar un videoclip de Daniel, un trabajo que me consiguieron mis pequeños representantes, por la tarde me dijeron que vivían prácticamente solos, así que me mudé a una mansión aquí cerca para vivir con ellos y cuidarlos porque no sabían lo que era una infancia real. A mi cuarto día una de mis nuevas amigas me dijo que este fin de semana iríamos de viaje porque acababa de conseguir un premio y quedé con ella, con Maya, Daniel, su hermana y mis pequeños compañeros de piso. ¿Quieres saber algo más?

Mimí me mira con impresión. No me había dado cuenta de todo lo que he conseguido en dos días. ¡Qué pasada!

-Amy, ¿nunca te dijeron que estás como una cabra y que eres algo impulsiva?

-No, creo que no. Pero es una buena manera de describirme.

Vamos al espejo para recogernos el pelo en un moño, de repente un pequeño ruido metálico estalla en el silencio.

-¿Qué ha sido eso?- Mimí se agarra a mi brazo con fuerza.

-Espera aquí.

Me voy a uno de los baños que hay al fondo del vestuario y lo abro con rapidez. Ahí encuentro a una niña que me resulta familiar, sí una pequeña niña con coletas y un maletín sobre la cabeza.

-Carlota. ¡Qué haces aquí!

Carlota llora y se aferra a mi pierna.

Mimí me mira cuando ve a la pequeña tirada en el suelo y yo la miro confusa